domingo, 30 de noviembre de 2008

Destellos del Dios interior

Tarde de otoño en Godella. Un viento frío arrastra las hojas amarillas y también mis viejas ideas.

Tus imágenes ya han sido reemplazadas,
dice una Voz profunda y poderosa dentro de mi corazón.

Tus imágenes ya han sido reemplazadas, repite el viento, juguetón.

Tus imágenes ya han sido reemplazadas, susurran las ramas de los árboles, rumorean las hojas secas, centellean las luces de la plaza, me gritan las aves a lo lejos...

Tus imágenes ya han sido reemplazadas me canta la tarde entera, con su mansa y callada quietud..

ahhhh, entonces ...es por eso, tarde de otoño, que a veces veo un Mundo Nuevo cuando te miro...Gracias, ya entiendo, escucha esto:

Hasta que ahora comienzas ya a despertar y a ver, de vez en cuando, a través de las capas cada vez más delgadas que aún quedan, destellos de Mí, la Gran Realidad Una, que te revela Mi Presencia de modo muy particular, en el interior de todas las cosas.
LA VIDA IMPERSONAL

viernes, 21 de noviembre de 2008

Este instante

Sobre un rama seca
se ha posado un cuervo.
Cae la noche en otoño.

Matsuo Basho

¡Gracias PADRE por la perfección de todas las cosas!

lunes, 3 de noviembre de 2008

Las gaviotas pertenecen a la playa




Una gaviota planea sobre los edificios. Su plumaje blanco se recorta contra el fondo oscuro, casi amoratado, de las nubes que se amontonan por el lado de levante. Al fondo, tras las huertas, se intuye el mar. Todavía no me acostumbro a ver gaviotas sobrevolando la ciudad. Siempre me sorprende y me alegra cuando levanto la vista y las veo pasar: las señoras de los cielos de esta localidad marítima, con absoluto dominio de su elemento, con total certeza sobre su rumbo, en armonía perfecta con el lugar que les es propio, su hogar junto a la costa.

Recuerdo hoy una gaviota con el ala rota que rescatamos de la playa donde pasabamos el verano cuando era pequeña. Fue el último día de vacaciones y mientras se curaba nos la llevamos a la ciudad donde residíamos. Sobrevivió 400km tierra adentro a 700 m de altitud, en un páramo reseco, completamente ajeno a su hábitat natural.... pero jamás se me olvidará el momento en el que por fin la devolvimos al mar. Bastantes kilómetros antes de llegar, cuando empezó a notar la húmeda y penetrante brisa salina, se volvió loca de alegría: agitaba las alas, estiraba el cuello, movía la cabeza hacia los lados y graznaba con alborozo. Aspiraba con fuerza por la ventanilla del coche tratando de beberse de un trago el delicioso aire de su hogar, y por fin, cuando llegó el momento de soltarla, os juro que la vi llorar cuando pisó la playa.

 A ti te ha pasado lo mismo que a la gaviota de esta historia. Has estado apenas sobreviviendo en un páramo reseco y polvoriento, lejos de las mareas y de la espuma, donde ni siquiera tenías memoria del océano. Ahora, por fin sientes que la Luz de un lugar que te es propio ha comenzado a retornar a ti. Y agitas las alas, y estiras el cuello, y mueves la cabeza hacia los lados, y empiezas a recordar lo que era la alegría. Y te prometo, te prometo que vas a llorar cuando permitas que tu corazón recuerde el santo lugar al que perteneces, tu hogar en Dios. Te amo.