La gatita que saluda, viene y se sienta en mi regazo mientras estoy sentada en el poyete del río. Ronroneamos juntas. Somos una y la paz me envuelve fácilmente.
De pronto, ella se pone alerta, ha oído algo. Es la garza que sale del agua y se aleja volando.
-Hay cosas que nosotras no podemos hacer- le digo a la gata mientras la observamos desaparecer en el cielo azul.
-Yo tampoco puedo andar por el tejado o ver en la oscuridad y tú no puedes cocinar una coliflor con bechamel o cortar un hilo con las tijeras-
Hay un orden perfecto en todo lo que veo hoy.