viernes, 1 de mayo de 2020

Campanilla disfrazada




En este día en que celebramos la fiesta ancestral de Beltane, quiero hacer un pequeño homenaje a esa parte mágica que todos llevamos dentro y que olvidamos cuando crecemos.


Cada día Ella se cubre con un vestido color de tiempo y sale a sus quehaceres cotidianos sin que nadie la reconozca. Pero al final de la jornada, cuando ya la noche está cayendo, se encierra en su cámara secreta y se pone su precioso vestido color de luna. Así ataviada siente una ligereza jamás imaginada. Casi sin querer, sus pies despegan del suelo y flotando por ahí emprende una danza tan fascinadora, que todos los seres de la noche vienen a contemplarla. 

Por la ventana entreabierta se cuelan sin disimulo las diminutas hadas de las estrellas, las ondulantes sílfides de la brisa, las magníficas damas de los perfumes nocturnos y los duendecillos traviesos abarrotan las estanterías y los muebles, hasta que casi no hay espacio para la gran hada blanca de la luna. Ella, inspirada por la presencia de este ser de belleza sublime, gira y gira en el aire leve de la noche, hasta que todos los presentes, contagiados, se entregan también a la música embriagadora.

Se dice que las noches de primavera en las que este fenómeno ocurre, la Belleza desciende sobre todos los habitantes que duermen en los alrededores y que a la mañana siguiente despiertan con un destello de luz en los ojos sin saber porqué.

Estad atentos amigos, porque otro día os contaré lo que pasa cuando ella por fin se decide a lucir su deslumbrante vestido color del sol.

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