Me acuerdo del olor de la higuera en el patio de mi tía Pilar
en Galapagar; del largo camino hasta el pozo, del golpe seco del cubo metálico
al impactar contra el agua, del sonido chirriante de la polea;de su presencia
serena junto a mí.
Recuerdo las desvencijadas butacas rojas del cine de verano,
el aroma inconfundible a arena caliente en las salinas de Mazarrón, el perfume
del mar por la ventanilla del coche después de meses en la ciudad, la deliciosa
sensación de quitarse la sal, la arena y el calor bajo el agua fría en la ducha
del jardín.
Recuerdo enamorándonos aquel fin de semana en el que toda España
aguardaba angustiada el desenlace del secuestro de Miguel Ángel Blanco mientras
visitábamos Alcalá del Júcar en tu ibiza rojo; me acuerdo de una noche de dicha y sidra por las pintorescas callejuelas del Madrid antiguo, de la estanquera de Lerma, de los bellos amores que no pudieron ser y que siempre quedarán.
Me acuerdo de un campo de
margaritas junto al río Tajo cuando tenía 7 años, una bóveda de estrellas sobre
mi cabeza en un pueblo de Castilla, un disfraz de gallina en la fiesta de fin
de curso del jardín de infancia, recuerdo la sensación de profundo misterio
junto a la cruz de ferro en Foncebadón al anochecer, las judías verdes de la
huerta de la tía Mari, a mi padre con sus cerdas, china, chinorri, mientras las
rascaba y ellas saludando, un largo día de lluvia y transistor cuando estaba
enferma y no iba al cole, el silencio y la textura de las noches encantadas de
la Finca de Milagros, una tormenta de verano bajo el abrigo de la cueva de la
Güelga en Cangas de Onís, me acuerdo de los baños en los lagos de Covadonga
después de la excavación cuando todavía se podía...y también algunas veces todo
ello se vuelve uno y entonces me recuerdo a mí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario